Estamos transitando la cuarta revolución
industrial: la robotización y la inteligencia artificial están cambiando
la forma de producir. Las actividades rutinarias, ya sean manuales o
cognitivas, podrán ser reemplazadas por máquinas a un costo más bajo que
el salario humano y con mayores niveles de eficiencia. La tecnología no
se distrae, no necesita de días de descanso, no pide aumento de sueldo y
no se sindicaliza. Sólo necesita mantenimiento. Esta es la dura
realidad.
Diversos estudios señalan que los empleos con mayores
niveles de riesgo de reducirse drásticamente en los próximos años son
aquellos que suponen actividades cognitivas repetitivas y rutinarias (la
automatización del trabajo manual ya lleva varias décadas).
Esto implica un golpe muy fuerte para los sectores medios a nivel
mundial, aquellos que dependen de trabajos de carácter burocrático.
La
gran mayoría de las profesiones existentes se mantendrán, pero
cambiarán radicalmente. Las tareas rutinarias serán automatizadas y
aparecerán otras nuevas vinculadas a la innovación permanente, el
vínculo empático con clientes y colegas.
Habrá mayor demanda
vinculada a la tecnología, las ingenierías y empleos de la industria del
ocio. El turismo, los videojuegos, las nuevas producciones
audiovisuales y el deporte como espectáculo tendrán mayor desarrollo. La
comunicación y el marketing seguirán siendo espacios muy difíciles de
automatizar y en los que la creatividad seguirá jugando un rol
preponderante. En estos ámbitos, crecerán las posibilidades de empleo.
También
se multiplicarán los servicios orientados al cuidado de personas: niños
pequeños, discapacitados y, sobre todo, ancianos. La formación en
administración pública cobrará aún mayor relevancia que en la
actualidad. Los cambios que se avecinan darán lugar a nuevos ganadores y
nuevos perdedores en términos económicos y de inclusión social. Por eso
mismo, será clave pensar cómo se regenera el tejido social propiciando
desde el Estado políticas para que los sectores más vulnerables puedan
integrarse al sistema productivo.
Sin dudas surgirán muchas nuevas
posibilidades y oportunidades para emprender y también obtener un
empleo. Pero serán distintas de las actuales. Se requerirán mayores
niveles de educación y capacidad para seguir aprendiendo a lo largo de
toda la vida.
Desde el Sistema Educativo tenemos que desarrollar
habilidades duras y blandas en forma simultánea. Matemática, pensamiento
científico, sentido crítico y pensamiento divergente, capacidad de
trabajo en equipo, empatía, resiliencia, perseverancia, responsabilidad
ambiental y conciencia ética serán competencias cada vez más requeridas.
La dicotomía teoría / práctica (generalmente ficticia) como forma de
organización de la enseñanza perderá eficacia para preparar a nuestros
jóvenes. Sin perder rigurosidad y de manera transdisciplinar debemos
abordar problemas concretos. Será necesario aprender haciendo. Esto
implica llevar adelante prácticas de aprendizaje en las cuales los
estudiantes puedan transformar el entorno en el cual viven y se
desarrollan. Si logramos que el Sistema Educativo vuelva a vincular sus
contenidos con la realidad cotidiana, con el objetivo de reflexionar
críticamente sobre ella y transformarla en y durante el proceso de
aprendizaje, estaremos preparando mejor a nuestros jóvenes para un
futuro que ya es presente.
Héctor Masoero es miembro de la Academia Nacional de Educación.
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