16 MAR 2014 00:00h
PRIMER NIVEL
El enigma de la innovación
La contribución de las más recientes
innovaciones tecnológicas al crecimiento a largo plazo, en lo que se
refiere a los estándares de vida, puede ser sustancialmente menor que la
que los entusiastas afirman que es, dice Stiglitz. La buena noticia es
que, a diferencia de lo que ocurrió con la ola de “innovaciones
financieras” que caracterizaron a la economía mundial precrisis, el
efecto de las más recientes es positivo. Solow tenía razón: es difícil
detectar los beneficios de las últimas innovaciones tecnológicas en las
estadísticas del PBI.
Por JOSEPH STIGLITZ (PREMIO NOBEL DE ECONOMIA)
Alrededor del mundo, existe un gran entusiasmo por el tipo de
innovación tecnológica que se simboliza en Silicon Valley. Según esta
forma de ver las cosas, el ingenio de los Estados Unidos es su verdadera
ventaja comparativa, ventaja que otros se esfuerzan por imitar. Sin
embargo, existe también un enigma: es difícil detectar los beneficios de
esta innovación en las estadísticas del PBI.
Lo que ocurre hoy
en día es análogo a los avances de tuvieron lugar hace algunas décadas, a
principios de la era de las computadoras personales. En 1987, el
economista Robert Solow –galardonado con el Premio Nobel por su trabajo
pionero sobre el crecimiento– se lamentaba indicando que: “Se puede ver
la era de las computadoras en todas partes, menos en las estadísticas de
productividad”. Hay varias explicaciones posibles para esto.
Quizás
el PBI realmente no capture las mejoras en los estándares de vida que
la innovación de la era de la computadora está engendrando. O, tal vez
esta innovación es menos importante de lo que sus entusiastas creen. Hay
algo de verdad en ambas perspectivas.
Recordemos la forma en que
hace unos años, justo antes del colapso de Lehman Brothers, el sector
financiero se enorgullecía de su capacidad de innovación. Debido a que
las instituciones financieras habían atraído a las mejores y más
brillantes mentes de todo el mundo, uno no habría esperado nada menos.
No obstante, al examinar esto de manera más detenida, se hizo evidente
que la mayor parte de dicha innovación implicaba idear mejores formas
para estafar a los demás, manipular a los mercados sin ser descubierto
(al menos, no durante un largo periodo) y explotar el poder de mercado.
En
este período, cuando los recursos fluían hacia este sector “innovador”,
el crecimiento del PBI fue marcadamente menor que el que se registraba
anteriormente. Incluso en los momentos más propicios, el sector
financiero no condujo hacia un aumento de los estándares de vida (con
excepción de los niveles de vida de los banqueros), y con el tiempo
condujo hacia la crisis de la cual recién ahora nos estamos recuperando.
La contribución social neta de toda esta “innovación” fue negativa.
De
manera similar, la burbuja de las puntocom que precedió a este período
se caracterizó por la innovación –existen sitios web a través de los
cuales uno puede pedir en línea refrescos y comida para perros. Por lo
menos este período dejó un legado de motores de búsqueda eficientes y
una infraestructura de fibra óptica. Sin embargo, no es fácil evaluar
cómo el ahorro de tiempo que implica las compras online, o el ahorro de
costos que pudiese derivarse de una mayor competencia (debido a que es
más fácil comparar los precios en línea), afecta a nuestros estándares
de vida.
Dos cosas deben quedar en claro. En primer lugar, puede
que la rentabilidad de una innovación no sea una buena medida de su
contribución neta a nuestros estándares de vida. En nuestra economía
actual en la cual “el ganador se lleva todo”, un innovador que
desarrolla un mejor sitio web para la compra y entrega de comida para
perros puede atraer a todos los clientes alrededor del mundo que usan la
red de Internet para realizar pedidos de comida para perros, obteniendo
dicho innovador grandes ganancias en el proceso. Pero, sin el servicio
de entrega, gran parte de las mencionadas ganancias simplemente hubiesen
sido percibidas por otros. La contribución neta del sitio web al
crecimiento económico tal vez sea, en los hechos, una contribución
relativamente pequeña.
Es más, si una innovación, como por ejemplo
los cajeros automáticos en la banca, conduce a un aumento en el
desempleo, ninguno de los costos sociales –ni el sufrimiento de aquellos
que son despedidos, ni el incremento en los costos fiscales por el
hecho de tener que pagar a estas personas las prestaciones por
desempleo– se refleja en la rentabilidad de las empresas. Del mismo
modo, nuestra métrica del PBI no refleja el costo del aumento de la
inseguridad que las personas puedan llegar a sentir cuando aumenta el
riesgo de pérdida de un puesto de trabajo. Es de igual importancia el
hecho de que con frecuencia la métrica del PBI no refleja, de manera
precisa, la mejora en el bienestar de la sociedad que se deriva de la
innovación.
En un mundo más simple, en el cual la innovación
significaba simplemente la reducción del costo de la producción de,
digamos como ejemplo, un automóvil, era fácil evaluar el valor de una
innovación. Sin embargo, cuando la innovación afecta a la calidad de un
automóvil, la tarea se torna mucho más difícil. Y, esto se hace aún más
evidente en otros ámbitos: ¿Cómo evaluamos con precisión el hecho de
que, debido a los avances médicos, la cirugía cardíaca tiene ahora mayor
probabilidad de éxito que en el pasado, lo que a su vez conduce a un
aumento significativo en la esperanza y calidad de vida de las personas?
No
obstante, uno no puede evitar la incómoda sensación de que, cuando todo
está dicho y hecho, la contribución de las más recientes innovaciones
tecnológicas al crecimiento a largo plazo, en lo que se refiere a los
niveles de vida, puede ser sustancialmente menor que la que los
entusiastas afirman que es. Se ha dedicado una gran cantidad de esfuerzo
intelectual a la elaboración de mejores maneras de maximizar los
presupuestos de publicidad y marketing –dirigiéndose dichos esfuerzos
específicamente hacia determinados clientes, en especial hacia clientes
ricos, quienes realmente pueden comprar el producto. Sin embargo, es
posible que los estándares de vida se hubiesen elevado aún más si todo
ese talento innovador se hubiese asignado a investigaciones
fundamentales – o incluso a investigaciones más aplicadas que pudiesen
haber dado lugar a nuevos productos.
Sí, es verdad: estar mejor
conectados unos con otros, a través de Facebook o Twitter, es algo
realmente valioso. Pero, ¿cómo podemos comparar estas innovaciones con
otras como el láser, el transistor, la máquina de Turing y el mapa del
genoma humano, cada una de las cuales ha dado lugar a una avalancha de
productos que, a su vez, conducen a transformaciones?
Por
supuesto, tenemos motivos para soltar un suspiro de alivio. Si bien
puede que no sepamos cuánto están contribuyendo a nuestro bienestar las
recientes innovaciones tecnológicas, al menos sabemos que, a diferencia
de lo que ocurrió con la ola de innovaciones financieras que
caracterizaron a la economía mundial precrisis, el efecto de las más
recientes innovaciones es positivo.
(c) Project Sindicate
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